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viernes, 25 de abril de 2014

Saint Roch

Cuenta la leyenda que un peregrino llamado Roque, nacido en Montpellier, decidió un día partir de casa y sanar a todos aquellos infectados por la peste, recorriendo toda Italia y otros países. En cada uno de los pueblos por los que pasó, las epidemias cesaron, y por ello le honraron nombrándolo Patrón y construyendo numerosos templos en su honor.


En mi ciudad, Callosa de Segura, toda la cultura sanroqueña que existe arrancó, según la tradición, una noche del 6 de noviembre de 1409 en la que el peregrino, ya canonizado, se apareció a cuatro pastores: Hernán, Francisco, Jacobo y Felipe, curando a uno manco y manifestando su deseo de permanecer en Callosa. En ese mismo lugar se erigió la Ermita que hoy es un símbolo y uno de los mayores monumentos de la comarca.

Cuando ya era consciente de mi viaje a Montpellier, recordé la historia de San Roque: según la tradición, él había nacido en esta localidad francesa –que también le ha hecho patrón- y allí mismo había una ermita que muchos visitaban en su peregrinación hacía Santiago de Compostela, además de la casa en la que vivió y algunos restos que se le atribuyen.

Había que visitarle, porque aunque no me considero para nada religioso, respeto las tradiciones de mi ciudad, y pienso que es un tesoro muy valioso que hay que cuidar porque es lo que nos identifica y lo que nos distingue del resto de pueblos y ciudades. Además, la leyenda de San Roque es preciosa, y muchos se agarran a ella para describir hechos imposibles y admirables que incluso han llegado a salvar vidas.


La iglesia de nuestro Patrón estaba en el casco antiguo de Montpellier, cerca de la Plaza de la Comedie. Un matrimonio de ancianos que se dirigían a la estación a coger un tren, nos ayudaron a encontrar el sitio como si les fuera la vida en ello –ojalá no perdieran el tren- y entonces la vimos, en todo su esplendor, frente a un edificio con un dibujo precioso de San Roque. Entramos Javi y yo, hicimos unas cuantas fotos, contemplamos las numerosas dedicatorias que le dejaron a lo largo de los siglos entre las paredes, la enorme estatua que presidía el centro de la iglesia y el panteón donde se prevé que estén algunos restos del Santo; después firmamos en un libro que había en la entrada: “Hemos venido desde Callosa de Segura, España, para ver a nuestro patrón, San Roque”. Simple y precisa. No hacía falta decir nada más.

Ver capítulo 1- Gabacholandia
Ver capítulo 2 - La Gran 'M'
Ver capítulo 3 - Rez-de chaussée
Ver capítulo 4 - Un lunes en Montpellier


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