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jueves, 24 de noviembre de 2016
Crítica: Dr. Strange
La decimocuarta película de Marvel. Sí, la decimocuarta (la de veces que ha salido ya Stan Lee haciendo un cameo, eh). Esta vez, trata la historia de un hombre brillante en su trabajo como neurocirujano pero arrogante y egocéntrico. En un accidente sufre una parálisis en las manos que le impiden continuar su trayectoria profesional.
Eso le hunde. Busca soluciones y las encuentra en Katmandú, a manos de una mujer que se hace llamar la Anciana y que muestra a Strange (así se llamaba) el poder del alma y la existencia de mundos infinitos. A partir de ahora, con sus manos podrá hacer algo que podría llamarse magia, a pesar de no poder articular dedo alguno.
Pero claro, siempre surgen problemas cuando alguien utiliza ese poder para hacer el mal. Y ahí es cuando paro de hacer spoilers. Bueno, solo uno más: Thor aparece tomando una cerveza con el Dr Strange, lo que nos hace pensar que muy pronto tendremos otra película con superhéroes de Marvel mezclados (cosa que, como siempre, se agradece).
Diría que Dr Stange está al nivel de cualquier película individual (Hulk, Iron Man, Capitán América, Thor, Ant Man, etc), con la dificultad de que, en este caso, gran parte de la trama transcurre en mundos externos al nuestro. No hay duda de que está más cerca a la ciencia ficción que ninguna otra. Así mismo, vale la pena ir al cine para ver cómo rascacielos gigantes se parten en dos. Grandes efectos especiales.
Sí, Cumberbatch está increíble, pero siento verdadera predilección por Rachel McAdams, con lo cual la película gana grandes enteros. Unas pocas escenas más en la siguiente y me habrá conquistado para siempre.
Nota en Filmaffinity: Un 7
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