Adoro Madrid, siempre he querido vivir aquí y creo que siempre querré. Pero necesitaba unas mini-vacaciones, una pequeña desconexión, estar varios días en casa, en mi casa, con mi familia y amigos, y dejar de sentir el bullicio de tanta gente desconocida para disfrutar de la paz que supone vivir en un municipio de apenas 20.000 habitantes.
En uno diez días he hecho de todo, por cierto. Desde defender una propuesta por el futuro de CDS Noticias en un escenario a recoger mi título de Graduado en Periodismo. Desde aprender a hacer calamares rellenos a ver las películas de 'Cómo entrenar a tu dragón'. Desde volver a sentir lo que es jugar al FIFA a recordar lo mortífero que puede ser subir al pico más alto de la Sierra. Desde quedar con la gente a la que más quieres, a recrear festejos únicos con los tuyos.
Sí, se me ha hecho hasta raro volver a la capital. Y eso que al asomarme una vez más al balcón del noveno piso del 205 del Paseo de la Castellana, y notar el frío y la inmensidad de Madrid, he vuelto a sonreír, porque sé que este es mi sitio. Pero necesito chutes en vena de mi tierra cada cierto tiempo. No lo puedo evitar. Y nunca lo evitaré.
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