Siempre he tenido una relación especial con el número 23. Es
uno de los primeros que asocio cuando veo muchos dígitos juntos. Lo veo en las
matrículas, en los tickets de la compra, en las tarjetas de crédito. Me sirve
de ejemplo para muchas operaciones. Lo elijo como uno de los números del
Euromillón, a veces incluso echo en la ruleta a ese número en cuestión.
¿Por qué mi cabeza piensa primero en este número y luego en
el resto? Por tres sencillas razones: Por la película ‘El número 23’, de Jim
Carrey; porque fue el número de David Beckham en el Real Madrid; y sobre todo,
porque cada 23 de marzo una de las mejores personas que conozco cumple años. Y
esos días son imposibles de olvidar.
Carlos es uno de esos trocitos que sujetan la columna
vertebral de mi vida. Nada sería lo mismo si no comentáramos nuestras apuestas,
si no comiéramos pollo con mi primo Fran, si no disfrutáramos de lo que es
hacer más puntos que el otro en los ‘Comeboyos’.
No hubieran sido lo mismo los viajes a Torremolinos, a
Bilbao, al Arenal Sound, las Fallas del año pasado, las celebraciones del Bando
de la Huerta –otro no habría dejado que le mordiera-, las excursiones a
Alicante, el concierto de Melendi, carnavales, esas borracheras improvisadas que convierten
noches rutinarias en las mejores que te puedes imaginar…
Porque Carlos, en realidad, ha estado siempre ahí. En las buenas
y en las malas. Cuando he necesitado ayuda y cuando me ha sobrado. Con él he pasado por miles de experiencias que
todavía permanecen imborrables.
Muchas felicidades… ¡Y nos
vemos en Madrid!
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