Hoy, hace exactamente un año, yo estaba bastante deprimido. Estaba cumpliendo 23 años, y me sentía viejo, incapaz de aprovechar cada segundo de mi vida y mirando al futuro con más negatividad que optimismo.
La cosa ha cambiado. Cumplo 24, un número horrible, sí -no tanto como el 25-, pero estoy en Madrid, en una ciudad maravillosa, en un piso que comparto con dos de mis mejores amigos, después de comerme un platazo de pasta a la carbonara, tras ver Zapeando y con el móvil a explotar de tantas muestras de cariño. Hace un año no sabía siquiera si iba a terminar la carrera, y hoy estoy donde quiero estar, en el Máster en Periodismo Deportivo de MARCA, y sobre todo, disfrutando de lo que me da la vida a cada segundo.
Hace ya tiempo que me propuse no desperdiciar ni los pequeños ni los grandes detalles que se nos ofrecen. Agarrar las oportunidades al vuelo. Y nunca sentirse viejo. El que quiere ser joven, lo es toda la vida. Por eso siento que tengo la misma edad que ayer, que hace un año y que hace dos. Sí, he madurado, pero sigo sin haber perdido el sentido del humor, y mucho menos el del ridículo.
Por eso os animo a levantaros del sofá. A experimentar cosas que nunca vivisteis. A soñar con cosas imposibles. A ver el otro lado de las cosas. A ser felices. A experimentar la satisfacción de ayudar a los demás. Y, sobre todo, a darse cuenta de que hoy, mañana, pasado, el sábado, el domingo, el lunes y el martes son días que nos ha regalado alguien para aprovecharlos.
Creo que lo peor que le puede pasar a una persona es no estar ilusionada por la vida. La edad importa un pimiento. Esta es una filosofía que me ha hecho superar cualquier obstáculo y que recomiendo a todos. Salid, como yo, a comeros el mundo.
Muchas gracias a todos :)
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