No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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lunes, 25 de mayo de 2015

Cambridge: Capítulo 2



Escribo con agujetas en la parte inferior de las nalgas -no penséis mal- y sin planta de los pies porque creo que he andado y montado en bici como no lo he hecho en mi vida. Ojo, cuando vuelva no me vais a ver más delgado ni mucho menos. Todo esfuerzo físico se ha compensado con mucha grasa british -es el plato típico de aquí, nosotros tenemos la tortilla de patatas y ellos la grasa british-.



¿Por qué andamos tanto y montamos tanto en bici? Lo primero, porque en el día 2, diez horas después de dormir como cosacos y comernos un desayuno al más puro estilo inglés, Berenguer y yo decidimos perdernos al comprobar que quedaban 22 minutos para que llegara el autobús. Vimos patos y vacas rodeando el río Cam, y decidimos 'acortar' para ir al centro. Acabamos en Milton, un pueblo a las afueras de Cambridge, en la nada más absoluta. Había pradera a la izquierda y pradera a la derecha. Hasta una señora nos dijo algo parecido a "no sigáis, un poco más allá está Mordor".



Dimos la vuelta, cuando nos dimos cuenta que igual aparecíamos en la huerta de Callosa, y encontramos una hora después a Fenoll, que nos llevó un poco más allá del inframundo para comer una buena ración de fish and chips. Luego decidió que era buena idea recoger la bici en casa de su amigo, entre 45 y 60 minutos andando. Y después de recoger la bici, que se le caiga el sillín y tener que ir andando hasta su casa. Entre las veces que se equivocó y las otras tantas que se desvió para que viéramos no se qué, acabamos recorriendo la periferia, el centro y las afueras de Cambridge. Luego fuimos al Hospital para que me amputaran los pies.



La vida en este pueblo es placentera. En las calles que no están en el centro, reina una tranquilidad pasmosa. El olor a fritanga -sobre todo a bacon- invade el ambiente, al igual que las grandes dimensiones de césped que dan ganas de tumbarte y vivir allí toda la vida. Cambridge tiene naturaleza, tiene río, tiene vida social y tiene una riqueza cultural increíble. Como dice Sergio, preferiría vivir aquí antes que en Londres.



Esta mañana, después de dar mil vueltas en bici -parecíamos los chavales de verano azul- hemos acabado desayunando en un café italiano, donde hemos conocido a una chica majísima de Jaén, que lleva cuatro años viviendo en la ciudad. Nos hemos tomado unos chocolates calientes y unos cruasanes de chocolate y jamón-queso, y nos hemos adentrado en el centro, donde hemos disfrutado de los collegues -o como se escriba-, del mercado, de las iglesias y catedrales y de -según Fenoll- la casa donde vive Stephen Hawking. Hemos comido en un mexicano, nos hemos tirado en el césped, hemos visitado el café donde trabaja Fenoll y hemos podido contemplar -uoh- el puente de las matemáticas.



Ahora estamos reponiendo fuerzas porque esta noche vamos a una discoteca que se llama Lolailo o no se qué. Sergio está tirado en la cama como un saco de patatas y Fenoll... bueno, Fenoll está exactamente igual. Yo necesito un masaje en los pies, pero por lo demás estoy listo para otra noche estupenda en Cambridge, la ciudad donde amanece a las cuatro de la mañana, donde la gente pone candados en sus contenedores por si les roban la basura, donde hay más bicis que personas y donde te puedes encontrar en medio de la calle -ojo a esto- ratones, puercoespines, e incluso zorros. Sí, Sergio y yo vimos un zorro esperando al autobús. No sabemos si llevaba ticket.


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