No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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lunes, 4 de agosto de 2014

SCARBOROUGH 4: De Anfield a Riverside

Quién me iba a decir a mi hace más o menos un mes, cuando supe con seguridad que iba a estar diez días en Scarborough, que iba a cumplir dos sueños, dos objetivos que perseguía desde que la pasión del fútbol se cernió sobre mí. No, no estoy hablando de ver un partido del Scarborough FC, que juega en la octava división inglesa. He tenido la fortuna y el placer de poder visitar dos estadios míticos: Anfield Road y Riverside Stadium.

El primero, dos días después de aterrizar en tierras británicas. Mi prima me dio la gran noticia de que ese domingo todo el colegio iba de excursión a Liverpool, y que por supuesto pasaríamos por el magnífico estadio de los reds. No hay campo que soñara más conocer. Me apasiona la Premier League, y el Liverpool representa el auténtico espíritu del football. Es un campo pequeño -me sorprendí mucho-, tradicional, que posee un aura especial, huele a historia de este deporte. El interior está plagado de cuadros con grandes figuras y con los mejores entrenadores del club. Casualmente, no estaba Rafa Benítez, que consiguió la Champions en 2005 en una de las finales más grandes de la Copa de Europa. El guía nos dio una excusa muy mala, parece que todavía andan quemados con el madrileño.

También me sorprendió -y decepcionó- una sala en la que guardaban camisetas enmarcadas de clubes que fueron humillados por el Liverpool. Estaba la del Barça -cuando fue eliminado en la semifinal de la Copa de la Uefa en 2001- y estaba la del Madrid, cuando perdió 4-0 en octavos de final de Champions, un partido que se recuerda por las palabras de Vicente Boluda, anterior presidente blanco, en las que afirmaba que en Anfield iban a "chorrear" a los reds. Vaya por Dios.



Aquel día tuve también la suerte de poder tomarme una cerveza -dos, para ser exactos- en el bar donde tocaban los Beatles. Incluso eché un meo donde solía hacerlo John Lennon. Vimos un desfile en honor al centenario de la Primera Guerra Mundial -horrible- y comimos en el Subway. Poca cosa que añadir aparte de que tuve que soportar durante el viaje de ida en autobús a unos italianos que no dejaban de cantar su himno nacional -y se reían de que el nuestro no tuviera 'palabras'- y nos decían: "¿Where is Van Persie?" recordando el 5-1 en el Mundial. Una de las pocas palabras que salieron de mi boca aquella mañana fue para responderles: "¿And where is Godín?

Seis días después, estaba a bordo de un autobús dirección Middlesbrough. Un día decidí que este equipo, que alcanzó la final de la UEFA frente al Sevilla en 2006 y que tiene ahora como entrenador a Aitor Karanka, iba a llamarlo para siempre por su apodo: el Boro. O en su defecto, el Boro inglés. Sin embargo, para encontrar un medio de transporte en el que ir hasta allí, tuve que decir el nombre de la ciudad unas 500 veces. Nunca me entendieron.

Eran dos horas y pico de viaje, pero valía la pena. Fui solo, a pesar de mis intentos por llevar a muchos chavales que querían acompañarme. Llegué a la estación de autobuses y cogí un taxi hasta el Riverside Stadium, a las afueras de la ciudad, para ver, casualmente, al Villarreal CF. Resulta que estaba de pretemporada en Inglaterra y su primera parada era el Boro. No podía desperdiciar la oportunidad de ver por primera vez un partido en un campo inglés, y encima frente al Submarino. Compré la entrada por 10 libras y entré al estadio 20 minutos antes del pitido inicial. Me lleve sorpresa doble: primero, al entrar por la puerta del campo, te encuentras con una especie de hall abarrotado de aficionados bebiendo pintas y comiendo hamburguesas. El paraíso, vamos. ¿Cuándo aprenderán en España? Me pedí media pinta y creo que los ingleses me miraron peor que si no llevara nada.

La segunda sorpresa llegó al entrar por el acceso a las gradas. Me encontré con el césped, a ras, y con los jugadores del Villarreal a un metro. Pude hacerme fotos con Cani y Tomás Pina. Conocí a unos amigos de Mario, el lateral derecho, que fueron muy simpáticos ayudándome con las fotos de los jugadores y con otra chica española que estaba allí y que no conseguí ni siquiera su nombre. ¡Una pena! Me quedé con la espina de no estrecharle la mano a Marcelino y decirle que estaba haciendo un gran trabajo en el Villarreal. Creo que le tuve mucho respeto. Demasiado.



Vi el partido cerquísima del césped, al lado de los banquillos, y con una señora del Boro que descubrió que yo era español y que se dedicó a decirme todos los sitios de España que había visitado: Alicante, Benidorm, Alpujarra, los Picos de Europa... incluso me invitó a un bollo, que rechacé porque sospechaba que llevaba pasas en su interior. ¡Con lo buenos que están con chocolate! La señora se llegó a interesar por el Submarino. Me preguntó de dónde era y cual era su mejor jugador. Se sorprendió con los goles amarillos en la primera parte. Y me dedicó una enorme sonrisa cuando se marchó al descanso a causa de la lluvia.

Cuando terminó el partido, me fui corriendo a comprarme un cuarto de libra con queso en el puesto, y fui a la rotonda en la que me dejó el taxi porque le pregunté al conductor si podía volver cuando acabara el partido. El taxista fue muy amable, y aunque no pudo ir, mandó a un compañero a recogerme. 

Éste, al comprobar mi pésimo inglés, se molestó sobremanera en indicarme cómo tenía que encontrar mi autobús en la estación. Pensaba que era fácil, pero fue de locos. Verme a mí, corriendo de un lado para otro entre autobuses, con todas las puertas cerradas -porque ahí no se podía entrar si no era para acceder directamente al autobús- y buscando el que me llevara a Scarborough, cuando solo quedaban cinco minutos para que arrancara, fue una situación de lo más cómica. Cuando buscaba la pantallita con el número, un hombre mayor se cayó al suelo en mis narices. Le ayudé a levantarse hasta que llegó su acompañante y me dio los gracias, pero yo el autobús lo perdía, estaba seguro. Entonces el tipo me ayudó y conseguí dar con él. Muy agradecido.

Todo el lío, las cuatro horas y media de viaje, en un autobús destartalado que no podía subir las cuestas con un desnivel del 25 % y que hacía paradas en medio de la nada, valió muchísimo la pena. Para mí, hay una escena que se me va a quedar para siempre en la retina. Riverside Stadium, descanso. Se oyen cánticos de fondo. De repente, empieza a llover y comienza a sonar 'Wake me up when September ends', de Green Day, por megafonía. Se me pusieron los pelos de punta. Día inolvidable.


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