No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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sábado, 4 de enero de 2014

Un fin de año diferente

Escribo ahora sobre una Nochevieja diferente, que ya hacía tiempo que se demandaba en nuestro entorno y que ha resultado ser un viaje cargado de inolvidables momentos, porque se me ocurrió dejar la cámara en la silla de Samuel, cometiendo un error gravísimo. No la recuperé hasta ayer por la noche, por diversas circunstancias. Y ahora, con la frescura que me da el mediodía, me pongo manos a la obra con un texto que ya causa expectación.



Mis Nocheviejas, desde hace años, son casi idénticas. Cena con los amigos y después de fiesta a una macro-discoteca. Lo más lejos, a Torrevieja. Pero llevábamos mucho tiempo queriendo celebrar el año nuevo de forma diferente, en una casa rural, lejos de la normalidad y las luces de neón. Concretamente, a las afueras de un pueblo de Albacete, Ossa de Montiel, donde no llegué a tener más de diez segundos consecutivos una rayita de cobertura en el móvil. Lo dicho, aislados de todo, en medio del campo, con gatos entrando y saliendo de la casa y un pony rebuznando en la puerta trasera. Igual hacia frío, me atrevería a pensar que llegamos a estar bajo cero, pero es difícil saberlo cuando tienes la calefacción tan alta que tienes que ir en manga corta. Me había llevado una manta gigante y dos sacos de dormir por el frío que se antojaba, y acabé las noches sudando a mares.

Llegamos por la noche del día 31 a la casa rural, algunos ya estaban allí. Cenamos y bebimos hasta hartar, y después de las campanadas y las uvas apelotonadas en la boca, celebramos el año nuevo como Dios manda. Con música de DJ Fenoille, con bebida a mansalva, y con una juerga que terminó arrastrándonos por los suelos. Siempre digo que debería haber un día X entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. Porque el primer día del año lo gastamos en morir en el sofá, tirados como perros, algunos vomitando hasta siete veces, mirando en la tele -mirando, no viendo- grandes estrenos como la Sirenita, o un maratón de vídeos de 'Vergüenza Ajena". 

Lo mejor fue, sin duda, la olla gigante de pasta a la carbonara, y el Hachís -pensad lo que queráis- de Samuel. Acabamos, o por lo menos yo acabé, viendo en la tele la ruleta electrónica de las tantas de la madrugada, incapaz de moverme si quiera para mear. A penas vimos la luz del día, pero cuando lo hicimos, era como si se limpiaran todos nuestros males. Respirar aire puro en pleno campo es una de las mejores sensaciones que se pueden tener.

El plan era ir por la mañana a las Lagunas de Ruidera, famosas por su belleza; y después volver a Callosa, quizás a la hora de comer, quizás a la hora de merendar. Iluso aquel que pensó eso. Nos levantamos tarde, limpiamos tarde, y cuando estábamos a punto de irnos, la furgoneta no arrancaba. La batería se había quedado más tiesa que un palo. El marido de la casera nos ayudó con unas pinzas a salir por patas de allí, pero ese no fue el único problema. Después de disfrutar de las lagunas y salir a las 17 h de Ruidera, ya por la carretera nacional, nos paró, por casualidad, el marido de la casera para decirnos que teníamos un faro apagado. Nos llevó a un taller escondido en un pueblo remoto de Albacete, nos metieron en el taller y agárrense con la escena que viene: justo cuando apagamos el motor, con miedo por si luego no volvía a arrancar, se apagaron todas las luces. Yo ya pensaba que nos mataban ahí mismo. Por suerte, fue un apagón y nos dejaron salir en cuanto nos lo arreglaron -gratis, además-. Llegamos a Cox a las 21:30, después de más de cuatro horas de viaje, y habiendo comido cereales, patatas y algún cruasán. 

Sin duda, fue una de las mejores experiencias de nuestra vida. Ojalá podamos repetir esto, no en Nochevieja, si no en cualquier día del año, porque no todo son discotecas ni salas de baile. Quizá parezca que nos estamos haciendo mayores, pero no veo nada de mayor hacer la grulla en un paraje protegido, disfrazarse de Papa Noel y ponerse a cantar, beber hasta que solo queden decir tonterías, hacer flexiones en el suelo más borracho que una cuba y brindar por un 2014 lleno de locuras disparatadas, porque nosotros somos así. No creceremos nunca, porque cada uno vive en su país de Nunca Jamás.

¡Feliz año a todos!




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