Estoy en modo-mundial. Ayer arrancó el campeonato del mundo en Brasil y mi objetivo es ver los 64 partidos, y hacer un seguimiento en el blog de todos y cada uno de ellos. Hay una hoja en el frigorífico con los horarios de todos los encuentros de fase de grupos. En mi habitación, un póster con los emparejamientos hasta la final. En mi ordenador, varías guías descargadas, entre ellas, una en la que he participado analizando a Camerún y Honduras (Ver o descargar aquí) En el móvil, la aplicación de MI con subscripción Premium para disfrutar de los audios mundialistas. En la tele, Gol Mundial y Road to Brasil a cada segundo. Puesta, la camiseta de la selección española. Avatares de Facebook y Twitter cambiados. Todo preparado para disfrutar de un mes y pico inolvidable.
Un mes que no pude disfrutar hace cuatro años. El día del partido inaugural tuve, nada menos, la Graduación del Instituto. Me perdí el Sudáfrica-México y el Francia-Uruguay. Dos días después, viaje de fin de curso en un Crucero espectacular. Pude ver algún partido en mi camarote. Me perdí la primera parte del España-Suiza por ver la Torre de Pisa. Después corrí hacia un bar para ver la segunda. Cuando volvimos, vi los que pude, pero por unas razones o por otras me perdí grandes partidos, incluida gran parte de la semifinal entre Países Bajos y Uruguay. Este año, algo muy gordo tiene que pasar para que pierda alguno.
Así que nada. Quien quiera saber algo de mí, estaré viendo partidos, o resúmenes, o haciendo crónicas, o escuchando podcast, o leyendo artículos, o vete tú a saber.
PD: Esta enfermedad está muy bien explicada en este artículo de Juan Tallón: 'Jefe, ¿me deja ver el Mundial?
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