No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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jueves, 10 de julio de 2014

Un viaje improvisado



Lunes, las nueve y trece minutos de la mañana. Abro un ojo y miro, de forma instintiva, la luz parpadeante del móvil. Lo desbloqueo y me encuentro con un Whatsapp de José que decía: "Loco, ¿si te dejan entrar (al hotel), te vendrías esta noche?".

Se refería a Madrid. José tenía que hacer un programa especial en El Escorial en un encuentro de radios universitarias organizado por ARU. Como tenía que ir el miércoles a la entrevista en el máster de Marca, me comentó si tenía las agallas de coger un tren, colarme en el hotel cinco estrellas en el que se alojaban él e Iván -otro chico de mi clase- y disfrutar de tres días apasionantes en la capital.

Cuando leí el mensaje, seguí durmiendo. No pensé siquiera en la magnitud de su pregunta. Estaba acalorado y tenía los pies destrozados de roceduras y picotazos de mosquitos. Tenía que ir a la academia de inglés, pero era imposible levantarme -sorry, Ginés-. Además, todavía no había superado la fiesta de Graduación del viernes pasado. Cuando me levanté a media mañana porque tenía que ir a comprar al Mercadona, empecé una conversación larguísima en la que José me insistía en que fuera y yo no paraba de buscar problemas.

Entonces, tomé una de las decisiones más impulsivas de mi vida. A las seis de la tarde estaba subido en un AVE destino a Madrid tras comprar los billetes en la misma estación y sin saber siquiera dónde iba a dormir. El tren tardó solo dos horas en llegar. Me monté en un metro y acabé en la Puerta del Sol -que ahora se llama 'Vodafone Sol'- y en unos minutos aparecieron José e Iván a recibirme. Era todo muy descabellado, pero en ese momento me sentí el rey del mundo.

Fuimos a tomar algo al Lizarrán, después a cenar con Bea -otra compañera- en un bar del centro, y luego nos encaminamos al Escorial en un cercanías que tardó una hora en llegar al pueblo. Después, subimos una cuesta enorme, con maleta incluida, hasta que llegamos al fantástico hotel de cinco estrellas: Euroforum. Estaba cagado de miedo por si no podía entrar, pero el recepcionista ni me miró. Pude dormir, comer, colaborar con el programa y visitar el Escorial... ¡Todo gratis!


Quién me iba a decir que aquel martes iba a despertarme en la misma cama que José, en una habitación de hotel, y que en menos de una hora iba a entrevistar a Manuel Chamorro, ex médico del Real Madrid, en el programa especial citado para las 12 h. Fue alucinante estar allí, igual de alucinante que comer en un sitio de lujo, con una carne espectacular acompañada de deliciosas patatas y unos profiteroles de chocolate y canela. Eso sí, daba la sensación de que no encajábamos allí para nada. Todos los presentes eran pijos con traje, corbata y botox en la cara que cortaban con cuchillo y tenedor una aceituna -¡UNA ACEITUNA!-, mientras que nosotros eramos tres tíos de la Vega Baja paralizados por tales acontecimientos. No dábamos crédito.

Por la tarde, pusimos rumbo a Madrid. Es curioso el trayecto de El Escorial hasta la capital española. Pueblos variopintos, propios de haber participado en el Gran Prix -como 'Zorreras' o 'Pitis', y vistas semejantes a la sabana africana, con una multitud enorme de cervatillos campeando a sus anchas. Un paisaje idílico, vaya.

En Madrid, alquilamos una habitación en el Hostal 'Helena'. Justo enfrente de la plaza de Callao, con unas vistas impresionantes. Solo nos costó 10 euros, pero lo que nos sorprendió fue el impresionante edificio que albergaba varios hostales, el nuestro en la novena y última planta. Nos atendió una señora, sudamericana, muy amable -sería Helena-. Esa misma tarde aprovechamos para visitar la capilla ardiente del Santiago Bernabéu, que albergaba el cuerpo de Alfredo Di Stéfano, recientemente fallecido.

El histórico, legendario y asombroso 1-7 que endosó Alemania a Brasil esa noche, pudimos verlo junto a Bea, Rubén -su novio- y Sandra -amiga de José- en un bar gallego en el que pedimos dos pintas y nos sirvieron, totalmente gratis: dos platos de ensalada de pimiento y boca de mar, un plato de paella, rollitos con salsa de curry y un postre típico de Bangladesh. Sí, era un bar gallego, pero la multiculturalidad, como en todo Madrid, era alucinante.

Después, paseamos un rato por Chueca -zona conocida por su proliferación de homosexuales-, donde nos invitaron a varios garitos gays -todavía recuerdo un relaciones públicas que nos dijo: "Aquí hay de todo: mariconeo, lesbianeo, heteromeneo (no sé que dijo exactamente)... para que os pongáis bien calentitos". Muerte. Acabamos en un McDonalds con un sandy y un McFlurry y volvimos a la habitación después de que nos acosaran a tarjetas de cabarets, locales de striptease y prostíbulos. La noche madrileña, vaya.


Y yo, al día siguiente, tenía la entrevista en Marca. José me acompañó en metro a Hortaleza, donde estaba la sede de Unidad Editorial. Tras unas cuantas dificultades para entrar, nos dieron acreditaciones y pude encontrar a Maria Jesús, con la que ya había contactado por correo electrónico. Hice dos pruebas: un test de actualidad y una redacción sobre las causas del fracaso español en el Mundial de Brasil. Después, una pequeña entrevista con la coordinadora del Máster y un ex coordinador que más tarde nos enseñó la redacción de Marca. Allí estaban periodistas conocidos como Nacho Labarga, José Rodríguez o nada menos que Marcos López. Flipé al verle, mientras para el resto pasaba totalmente desapercibido. Nos regalaron el MARCA del día ('Humillaçao Mundial) y nos pudimos echar fotos en la sala de reuniones, con la 'M' que caracteriza al medio. Sin duda, un día para recordar toda la vida.

Cuando volvimos al hostal, Helena nos echó una bronca tremenda: resulta que tuvo que sacar todas nuestras cosas porque a las 12 h debíamos dejar la habitación, que ya estaba reservada para dos chicas. Pedimos disculpas y nos comprometió a volver lo antes posible. Poco después, cogimos el metro hasta Atocha, para comer en el Burguer y volver a casa.

Creo que nunca había pasado tanto tiempo en Madrid. Tampoco había viajado tanto en metro, ni subido y bajado tantas escaleras. No había visto tanta gente de un lado para otro, gente de diversas razas y culturas. Gente que cantaba flamenco en el metro a cambio de monedas, o pedía limosna por no tener dedo o tener la mano rota. Madrid es las dos caras de una misma moneda. Es encontrarte a Adriana Abenia en plena Puerta del Sol grabando un spot, y al mismo tiempo ver parados que pedían la voluntad a cambio de pañuelos. Es un guitarrista tocando playback en las escaleras del metro o Sweet California tocando en la puerta del Santiago Bernabéu.

Estos tres días me han devuelto mi espíritu aventurero, me he demostrado que soy capaz de hacer cosas que ni imaginaba, y me ha recordado, como cada vez que visito Madrid, lo más importante: que quiero vivir en esa ciudad, y estoy a unos centímetros de conseguirlo.


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