¿Qué pasa cuando todo sale rodado? ¿Cuándo los astros se juntan y parece que nada lo va a fastidiar? Rara vez pasa, por eso tengo que describir mis dos días maravillosos de esta semana.
Resulta que me encomendaron una entrevista a Sergio Asenjo, portero del Villarreal. Vi que tenía libre jueves y viernes. Pregunté si podía ser viernes, pues ese mismo día el Submarino jugaba contra el Athletic. Me dijeron que sí. Además, un amigo vive allí y no tenía problemas en quedarme en su casa a dormir. Además, su hermano (uno de mis mejores amigos) también tenía pensando ir. Poco después me dijo mi hermano que iría con tres amigos más de Callosa. La leche.
Y pensé... Si cojo un autobús el mismo día voy a llegar muy justo a la entrevista (era a las 14:00), y ya que tengo libre jueves... ¿Por qué no me paso por Valencia antes? Allí tenía a Esteban y Adrián, dos grandes amigos con los que pasar una buena noche de cañas por la capital del Turia. Encima se unió Pablo (otro gran amigo). Adri me recogió en la estación, fuimos al Oceanográfic a recoger a Esteban y nos fuimos a tapear y cañear como cosacos antes del tradicional TGB. ¡Y encima apareció por allí mi prima!
Desayuno de lujo en una cafetería recomendada (un bocadillo redondo con bacon, queso parmesano y no se qué más y un zumo de naranja). Coger un cercanías a Villarreal al tiempo que me informan de que la entrevista será por la tarde. Mejor, así como con Carlos y sus dos hermanos en el Burguer King. Después, a recoger las entradas para el partido, descansar en el piso y tomar un café por la calle. Comprar dos banderines del Villarreal en la tienda oficial y salir pitando a la Ciudad Deportiva del Villarreal.
Entrevista deliciosa con Sergio Asenjo, una persona muy agradable que merece mucha más justicia de la que se ha llevado hasta ahora en el fútbol. Ir hacia el Estadio de la Cerámica y encontrarme con mi hermano, ambos con una cerveza en la mano. De repente, aparece Clara Piera (reportera de Gol) y nos entrevista. Desfase. Luego nos tomamos unas bravas espectaculares en un bar pegado al estadio y entramos unos minutos antes de que empiece el partido.
Entramos por un acceso que parece privado. Subimos por un ascensor que parece privado. Entramos por una puerta que parece de lo más privada. Y encontramos comida por todas partes y cerveza (con alcohol), toda la que queramos. Nuestros asientos, acolchados. Y la vista de campo, casi inmejorable. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un partido que ganó el Villarreal 3-1, consolidando la quinta plaza. ¿Qué más se puede pedir?
Después, dar una vuelta por Villarreal, tomar un par de cervezas y volver al piso a descansar después de dos días increíbles. El viaje de vuelta se hizo largo, pero al llegar a Madrid ya tenía un derbi esperando y una jornada futbolera emocionante por delante. Cómo me gusta.
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