A ver, no es que los odie. Es que no me van. Cuando veo una película, prefiero que la trama y los diálogos continúen en vez de ponerse a cantar cada dos por tres. Le quita sentido a la historia. Y reconozco que me gustaba en Disney cuando era un crío, y en cambio hace poco vi Frozen y me decepcionó precisamente porque hay más música que historia. Y eso a veces carga demasiado.
No es el caso de La La Land. Aunque empezó con canciones 'happy' a tutiplén, poco a poco el piano (lo mejor de la película) comenzó a apoderarse del film al tiempo que Mia y Sebastian se conocían. Es a partir de entonces cuando la película comienza a ser preciosa, casi una obra de arte. Hemos visto tropecientas historias rómánticas, pero ninguna tan especial como esta. Con sus luces, con sus sombras, con sus discusiones, sus pasiones y sus riesgos.
La La Land no es solo romanticismo y fuegos artificiales, ni un simple folleto turístico de Los Ángeles. Es la historia de luchar por el amor y lo que quieres ser en la vida. Porque todo funcione como un reloj a pesar de los obstáculos. La Ciudad de las Estrellas te enamora en el momento en que comienza a hablar de sueños y superación. Lo explica bien Boyero: "Una historia de amor bien contada, juguetona y cálida durante mucho tiempo (...) de un romanticismo creíble, nada empalagoso".
Ni hace falta decir que las intepretaciones son espectaculares. Puede que la mejor actuación de la carrera de Ryan Gosling. Emma Stone, en su línea. Le van a llover premios como rosquillas en los próximos 20 años.
Así pues, que un musical consiga no solo gustarme, sino emocionarme, sino hacerme escuchar las canciones de nuevo, sino desear que salga cuanto antes en HD para poder volver a verla... tiene un mérito realmente asombroso.
Nota en Filmaffinity: Un 8
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