No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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lunes, 20 de febrero de 2017

Tener 26





Creo que ya han pasado suficientes días como para saber lo que significa tener 26 años. No, hace tiempo que no me torturo con la edad. Hace tiempo que creo que eso está en la mente. Uno es joven si quiere serlo. Uno no deja de leer libros de Harry Potter o de ver películas de Disney o jugar a la play porque se hace 'mayor'. Eso es lo de menos.

Cumplir años está bien, porque quiere decir que seguimos vivitos y coleando. Asumí los 25 con total naturalidad a pesar de que lo de "cuarto de siglo" sonaba fatal. Sin embargo, los 26 son el MAL. El HORROR. Así lo han querido las instituciones públicas y privadas.

El 11 de febrero me levanté pensando... ¿De verdad debo celebrar este cumpleaños? Me sentí como Sheldon Cooper, que no contemplaba la celebración del aniversario de un acto tan trivial como salir expulsado de una vagina. En este caso, el de los 26, es como celebrar una desgracia. Como gritar un gol del Barça o emocionarte porque se ha estropeado la máquina de los 'Sundaes' en el MacDonalds.

En el mismo momento en el que cumplí los 26, aumentó la comisión que debo pagarle al Banco Santander de forma anual por tener una cuenta. Mi tarjeta de transporte público de Madrid, que me llevaba en metro, autobús o cercanías a cualquier zona de la Comunidad y alrededores (incluso Toledo o Guadalajara) por 20 € al mes, pasó automáticamente a costar 53,60 € solo a la zona A. Poder ir a cualquier sitio me cuesta más de 100 euros. El Metro se encargó de felicitarme cuando me dispuse a pasar los tornos rumbo a Atocha. "Pi-pi-pi-pi, tarjeta no válida". HUNDIMIENTO.

Con 26 años ya no puedo tener tarjeta joven de RENFE, que me hacía un 30% de descuento en cualquier viaje en AVE o talgo. La fecha de caducidad estaba en abril, pero llamé para comprobar si me valía hasta entonces o al tener ya los 26 me daban una patada en el culo. La primera persona me respondió lo segundo, pero insistí y me pasaron con el departamento de la tarjeta en cuestión. Y esta persona me dijo que podía usarla hasta abril. Me la quisieron colar, pero sí, es todo un detalle poder usar esa tarjeta dos meses más. Es como alargar la espera de una muerte segura.

Lo peor ha sido perder los descuentos de Familia Numerosa, pero claro, resulta que en octubre caducaron los carnets y todavía no nos han llegado los nuevos. Seguro que ahora que no puedo usarlo, llegan enseguida.

He tratado de buscar en internet los miles de beneficios que pierdo con 26 años, porque no hay duda de que somos la lacra social de este país. Las primeras entradas de Google son de lo más optimistas. "¿Estoy vieja a los 26 años?", "Sentirse viejo a los 26 años, ¿cada vez más?", "¿Tienes 26 años? Te estás haciendo viejo y no lo sabes"...

Pues maldita sea, me niego a aceptar mi destino. Ya he empezado mi plan para no perder ni un solo euro por tener 26. No puedo desvelarlo por aquí porque algunas cosas podrían estar fuera de la legalidad. Eso sí, quiero hacer un llamamiento al Ayuntamiento de Madrid, a RENFE, al Transporte Público, al Banco Santander y a todos aquellos que cumplieron 26 y se sintieron viejos. Los 26 son los nuevos 20, o como mínimo los nuevos 23. Tenemos derecho a descuentos. Los tiempos cambian, la esperanza de vida es mayor y la gente es joven hasta los 30 o los 35. Así que, Carmena, te lo suplico, haz algo. O jamás te lo perdonaré.

PD: En vez de celebrar mi cumpleaños, ahogué penas en mi pueblo, con mi gente, en una noche que sería inolvidable si no fuera por los innumerables chupitos que bebimos. No me acuerdo ni de la mitad.




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