No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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lunes, 20 de marzo de 2017

Apagón en Madrid




Si me preguntan cuál ha sido la mejor época de mi vida tardaría mucho en contestar, pero en un hipotético TOP-3 estoy seguro de que incluiría estos seis últimos meses. Vivir en Madrid, trabajando en lo que siempre he soñado y compartir piso con dos de mis mejores amigos. Poco más se puede pedir, la verdad.

El domingo, una de las patas que sujetaba esa vida se ha caído. Esteban se ha marchado a Valencia, a perseguir un sueño. Ha cambiado una tienda de acuarios a punto de cerrar por nada más y nada menos que el Oceanografic. Y el caso es que tengo un problema. Por un lado quiero que le vaya muy muy muy bien. Que triunfe porque se merece todo lo bueno y más. Porque conozco pocas personas que hayan trabajado tanto por vivir de una pasión, y Esteban es una de ellas.

Pero, por otro lado, está mi 'yo' egoísta, el que desea que no le vaya tan bien y que vuelva, encuentre aquí un buen trabajo (aunque creo que en Madrid ninguno podría superar al Oceanografic) y siga alargándose esta época dorada, de TOP-3, un poquito más.

Es evidente que por todas partes quedan restos de Esteban. Cajas y restos del acuario. Su tabla de snowboard en el armario. Su libreta del BBVA olvidada en la habitación (como no). El sofá, donde dormía más que en su cama. Cada uno de los cuadros que decoran la pared, todos puestos por él, además de las mesas, el sillón y mi perchero. Fíjate que hoy he comido restos de fajitas que hizo el jueves pasado, una de sus especialidades junto con la merluza rellena de patatas y gambas o el hojaldre relleno de lomo de cerdo.

En realidad, si miro por la ventana, aún le veo sacando la cabeza para fumar, a pesar de estar helado hasta los huesos. Le veo mirando cómo los peces apenas se mueven de un lado a otro, como si el cristal del acuario fuera la pantalla del televisor. Le veo en el sofá viendo una película (o haciendo que la ve, en realidad está durmiendo). Le veo tardando dos horas para ducharse (alguna cosilla más hace, a nosotros no nos engaña). Y le veo entrando por la puerta, pegando un grito, entrando en la cocina con la cara iluminada (aunque el que le conoce sabe que la lleva así de serie) porque sabe que hay gazpacho manchego para comer.



Ahora que se ha ido, me falta un trocito aquí. Madrid está un poco más nublado, a la cachimba le van a salir telarañas y nadie podrá hacernos crepes como los de Torrevieja. ¿Quién me dirá que compre bayetas para la mopa? ¿Quién me colgará un cuadro en la habitación? El trío que ha disfrutado de cerveceo, cine, cenas a lo grande y hasta de un concierto de Sum41 se rompe y quizá no se vuelva a unir.

Desde aquí quiero agradecerte todo. Absolutamente todo. Por venir a lo desconocido sabiendo que no iba a ser fácil. Por llenar de luz cada rincón de la casa (es una metáfora, o no). Por hacernos disfrutar de seis meses inolvidables. Ni te imaginas lo que Fenoll y yo te vamos a echar de menos.

Como diría Bertín Osborne, mi casa (nuestra casa) es la tuya. Así que ya tardas en instalarte en tu amado sofá, en hacernos unos crepes con chocolate y en preparar una cachimba, que empieza la peli. Aquí siempre te estaremos esperando.




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